Los problemas de España -o de cómo los españoles ven lo que quieren ver-
Problemas. Los problemas consituyen un elemento crucial en la vida de una
persona. Nos enfrentamos a disyuntivas, situaciones de incertidumbre y
complejas dicotomías a diario. Y, sin embargo, en ocasiones, no podriamos
definir o concretizar los que verdaderamente nos atañen de forma sistemática en
nuestro día a día, de los aparentes de menor relevancia. En parte, por la
multicausalidad; en parte, por la subjetividad de la materia. Esto es incluso
más relevante cuando damos un paso de lo personal a lo colectivo. ¿Cómo
reconocer las cuestiones que afectan a toda la sociedad?
Cada mes el CIS (Centro de Investigaciones
Sociológicas) en sus barómetros pregunta a la sociedad española sobre numerosas
cuestiones de índole social, política o económica, publicando los datos de
dichos estudios al servicio de investigadores, científicos, medios y público
general. De entre las cuestiones clave a través de la cual interpela el CIS a los
españoles encontramos la de los problemas de España, formulada de tal manera: “¿Cuál es, a su juicio, el
principal problema que existe actualmente en España? ¿Y el segundo? ¿Y el tercero?"
Si observamos la evolución mensual de los 12 principales hasta noviembre de 2018, por
un lado, es evidente que, en términos generales, existe una cierta estabilidad
en la mayor parte de los issues
representados (como educación, gobierno, problemas económicos…), sufriendo
pocos cambios en los puestos, o cambios de carácter gradual. Este último sería
el caso de los problemas de índole social o la calidad del empleo, que han
descendido puestos en el último año de manera progresiva.
Para entender esta evolución
desde una perspectiva general debemos dar un paso atrás y caracterizar el
contexto sociopolítico de nuestro país. España ha sido uno de los estados que
más ha sufrido la recesión del 2008, originada por el estallido de la burbuja inmobiliaria
y la quiebra del banco de inversión Lehman
Brothers. Europa y, en concreto, el BCE (Banco Central Europeo), apostando
por las políticas de austeridad y una política monetaria poco expansiva ha
conseguido mantener las consecuencias de la crisis económica y financiera
durante un mayor plazo que EEUU. Estas políticas de recorte de gasto e
inversión que tenían como objetivo la disminución del déficit público han hecho
mella en la ciudadanía, principalmente las clases medias-bajas, que han visto
menguar, empeorar y, en ocasiones, casi desaparecer, ciertos servicios
sociales. En este contexto, veamos que perciben los españoles al señalar los
problemas de España.
Un gran de ellos se ha
mantenido estable en sus valores porcentuales a lo largo de estos años, con
variaciones mínimas que han supuesto pocos adelantos en el famoso top de los
indeseados.
Como podemos observar en las
gráficas que nos muestran la evolución porcentual de estas siete cuestiones,
las subidas y bajadas son, en muchos casos, de unos pocos puntos, además de
mantener una tendencia a la estabilidad en el largo plazo.
En medio de esta aparente
continuidad, si observamos las líneas de tendencia vemos como, por un lado,
existe una lenta caída de la corrupción, los problemas sociales, la sanidad y
la educación (cuestiones sociales por antonomasia las tres últimas). Por otro,
se percibe como la preocupación por el gobierno aumenta ligeramente durante
estos años, con un gran repunte durante el verano de 2017, coincidiendo con el
fin de la era Rajoy y la próspera moción de censura de los socialistas.
La única de las cuestiones
que permanece verdaderamente estable es la de los políticos y la política, que
se mantiene entre el 20 y el 30% con bajadas y subidas alternas a lo largo de
estos años.

Sin embargo, el número de
personas que lo ven como un problema ha ido disminuyendo progresivamente y de
forma continuada todo este tiempo, en clara respuesta a la recuperación
económica y puesta en marcha de la economía española. El paro ha pasado de un
71% en septiembre de 2016 a un 59 en el último mes, lo que supone una caída del
16%.
Pero ¿Qué ha ocurrido?
¿Está, lenta pero progresivamente, despareciendo el paro como ese gran
problema? No del todo. Si comparamos dicha bajada con el aumento de la
preocupación por los problemas derivados de la calidad del empleo, nos daremos
cuenta de que muchos españoles, aunque ya no vean el desempleo tan peligroso
como antes, existe una creciente preocupación por el subempleo y los empleos
precarios, véanse los minijobs o los
empleos estacionarios, con contrato temporal y bajos sueldos. En este mismo
periodo, el número de personas que ven la calidad del empleo como uno de los
tres principales problemas del país ha aumentado un 69%, pasando de un tímido
4,3 en 2016 a un 7,3 el último mes, y más de un 10% durante la temporada
estival, con una tendencia permanentemente al alza.
Aunque hoy en día sea una
cuestión tangencial puede que, manteniendo esta tendencia (derivada en parte de
las muy criticadas reformas laborales de 2010 y 2012, efectuadas por los
ejecutivos de Zapatero y Rajoy respectivamente), en el largo plazo, escuchemos
mucho más a la prensa y los partidos referirse a esta problemática.
Debemos esperar a ver las
consecuencias que trae consigo el aumento del salario mínimo interprofesional a
900 euros, que va a ser introducida por Pedro Sánchez y sus aliados de Unidos
Podemos. ¿Frenarán esta tendencia las medidas sociales del nuevo ejecutivo?
Está por ver.
La independencia de
Catalunya (una cuestión que ha estado en el aire desde el año 2010, con la
Sentencia del Tribunal Constitucional que declaraba inconstitucional el famoso Estatut del 2006) suponía un problema marginal para la gran mayoría de la
población española. Sin embargo, en solo cuatro meses pasó de un 1% a un 29%,
ocupando la segunda posición.
La
fuerte difusión mediática del Procés
durante el verano de 2017, culminando con el Referendum del 1 de octubre de ese
mismo año, situó la cuestión catalana en el centro de los focos. Y no por
casualidad. Una cuestión que formaba parte de la situación política española
desde hacía años se convirtió en un elemento crucial de la noche a la mañana, más
que por su verdadera relevancia, por la otorgada por parte de los medios, los
políticos (tanto desde la perspectiva del nacionalismo catalán, como desde el
constitucionalismo español), en su búsqueda de un rédito electoral y por otros
actores del juego de mesa de la política española.
Los problemas, dan votos.
Hemos observado como Ciudadanos, un partido que en Catalunya cosechaba
resultados electorales tímidos (7% y 9 diputados en el 2012), a ser la formación
política más votada en las elecciones del 2017, con un 25,3% de voto y 36
diputados en el Parlament.
Podría argumentar cualquiera
que la tensión en Catalunya llegó a sus máximos históricos a comienzos del
curso electoral 2017-2018 y que, por ello, la reacción social hacia esta
cuestión es una consecuencia lógica de dicha situación. Sin embargo, en apenas
dos meses el número de españoles que situaron la independencia entre su top-3
cayó a un 16,7%, estabilizándose a lo largo de los siguientes meses en torno al
10%. Todo esto sin que se atajase el tema catalán, que se mantiene en un limbo
político de inestabilidad y conflicto. Con políticos en prisión y en el
extranjero.
A simple vista, los
españoles parecen responder a estímulos mediáticos, y no a la verdadera
repercusión de los problemas de la sociedad. Problemas de los españoles (o que
los españoles perciben), y no tanto verdaderos problemas de España.

La comprometida realidad en
la que se encuentran las pensiones de nuestros mayores no debería ser tratada
como flor de un día. A pesar de no haber encontrado una solución a esta
situación de discutida sostenibilidad (debido al aumento de la esperanza de
vida, las bajas cotizaciones a la seguridad social, el desempleo etc), los
españoles reaccionan en mayor medida a la repercusión mediática que a la
verdadera problemática. El problema sigue ahí, pero ya no se habla de él.
Porque ya no interesa.
Algo semejante acontece con
el problema de la inmigración. Antes prácticamente irrelevante para la mayoría
de la sociedad, tras el cambio de gobierno derivado de la caída de Mariano
Rajoy y la llegada del PSOE al ejecutivo, con una política progresista, se ha
apuntado mucho más a la cuestión migratoria. Cuestión clave: la llegada a las
costas españolas del barco Aquarius, con más de 600 inmigrantes. La negativa
del gobierno italiano, en concreto de su ministro Salvini llevó al ejecutivo de
Sánchez a ofrecer las costas valencianas como destino de la embarcación.
La repercusión mediática de
dicha decisión fue agravada por el discurso de la derecha española (una derecha
antiinmigración antes ausente, ahora ya no tanto), que criticaba fuertemente la
nueva política migratoria. Como consecuencia, el número de españoles que
incluía esta cuestión como un problema principal para España aumentó en dos
meses de un 3,5% a un 15,6, es decir, casi cuatro veces y media más en
septiembre que en junio de este año.
Sin embargo, los datos de
ACNUR (Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados) nos muestran
que el número de inmigrantes ilegales en el mismo periodo pasó de 7312 a 10912.
Un aumento del 60%. En el gráfico 7 se compara las tasas de crecimiento mensual
del número de inmigrantes y del número de respuestas “Inmigración” en los
barómetros del CIS.
Aparentemente existe una asociación
negativa entre el aumento en el número de personas que ven la inmigración como
un problema y la verdadera llegada de inmigrantes. Incluso podemos ver como en
ocasiones, por ejemplo, en octubre de 2017, el número de inmigrantes aumentó un
100%, doblándose, y el número de españoles que veían la inmigración como un
problema disminuyó un 51%. Algo semejante ocurre en junio de este año.
Todas estas cuestiones deben
hacer que nos preguntemos la verdadera relevancia de las cuestiones mediáticas
y el porqué de tal repercusión. ¿Es verdaderamente la inmigración un problema
para España? Y, si no es así, ¿Existe algún tipo de rédito político tras la
exaltación de la inmigración como una cuestión primordial? Parece evidente como
la derecha pretende enarbolar la bandera de la defensa fronteriza. Y no solo
eso, sino que el ejecutivo podría intentar recuperarse por su izquierda en
detrimento de Unidos Podemos, al tratar el problema de los refugiados desde una
perspectiva más progresista.
Podríamos realizarnos las
mismas preguntas sobre cualquier otro tema de esa Figura 1 ¿No son las
pensiones el paradigma de los problemas estructurales de este país? ¿Por qué
solo es visto como tal en momentos concretos y no de forma generalizada? Y,
desde el otro lado, ¿no tiene, por ejemplo, una mayor relevancia para España la
situación de la educación o la calidad del empleo que cuestiones como la muy
poco probable independencia de Catalunya?
Parece que la percepción social de las cuestiones que atañen nuestro país se ve enormemente influenciada por los medios, los partidos y otros actoes con gran eco social. Y mientras los españoles no nos cercioremos de los datos detrás de cada noticia. de cada declaración política o de cada comentario en una comida familiar de un domingo cualquiera, estaremos condenados a pensar en los problemas que los españoles quieren ver, y
no los verdaderos problemas de España.
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